Ha muerto mi padre. Se repite su ausencia cada día en el hogar vacío. Yo pregunto, y además de la ausencia y además de perder los caminos de esta tierra, ¿qué es la muerte?
Yo te pregunto, padre, ¿qué es la muerte? ¿Has hallado la paz que merecías? ¿Encontraste cobijo en nueva casa o vas errante, y sufres bajo el frío del invierno más grande, del total desamor?
Yo te pregunto, padre, si son algo los muertos, o si la muerte es sólo una inmensa palabra que comprende todo lo que no existe.
En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
A veces alguien te sonríe tímidamente en un supermercado alguien te da un pañuelo alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera del dentista alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia alguien oye tu nombre y se pone a llorar.
A veces encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de la persona que amas y eso te da un tremendo escalofrío vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por hora y piensas en sus ojos y en su pelo estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso tocas un pie y te enervas como una quinceañera regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces una muchacha canta y estás triste y la quieres un ingeniero agrónomo te saca de quicio una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido.
A veces explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a un hombre que en vida fue tu amigo disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y en tu hija ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te enamoras de quien no hace ni caso hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo.
A veces esperando en un bar a que ella vuelva escribes un poema en una servilleta de papel muy fino hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara antes del cuarto piso repican las campanas y amas al campanero o al cura o a Dios si es que existiera miras a quien te mira y quisieras tener el poder necesario para ordenar que en ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces sólo a veces gran amor. EL QUE CUENTA LAS CAMPANADAS
El amante de medianoche, el que ansió que ella le siguiera, el que cuenta las campanadas como un enfermo desahuciado; el que pone cara de cárcel cuando se mira en el espejo: es el furtivo que no duerme acechando a su compañera, y ella es feliz porque ahora vive una noche tan inefable y tan honda como la muerte.
Pasarán estos días como pasan
todos los días malos de la vida
Amainarán los vientos que te arrasan
Se estancará la sangre de tu herida
El alma errante volverá a su nido
Lo que ayer se perdió será encontrado
El sol será sin mancha concebido
y saldrá nuevamente en tu costado
Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?
Y una voz te dirá: ¿Que no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
es el que hace volar a las gaviotas