Sobre la poesia

/ 31 agosto 2024 /

habría un par de cosas que decir/
que nadie la lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y
con el asunto de comer cada día/se trata
de un asunto importante/recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/
pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/
los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/
murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/y no
pajaritos como el tío juan/especialmente
porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje
hasta el crematorio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que
les hacía pío-pío en la cabeza/el
tío juan era así/le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/salieron sus cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza/pero
volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/para un poeta es cada día más difícil
conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/
y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron
las muchachas/los almaceneros/los guerreros/los reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/
lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/yo ahora
para que me quierás/


Juan Gelman

De senectute

/ 29 agosto 2024 /

Y nada temí más que mis cuidados.   
                                              --Góngora

No es el mío, este tiempo.

Y aunque tan mío sea ese latir de pájaros
afuera en el jardín,
su profusión en hojas pequeñas, removiéndome
igual que intimaciones,
no dice ya lo mismo.
Me despierto
como quien oye una respiración
obscena. Es que amanece.

Amanece otro día en que no estaré invitado
ni a un instante feliz. Ni a un arrepentimiento
que, por no ser antiguo,
-ah, Seigneur, donnez-moi la force et le courage!-
invite de verdad a arrepentirme
con algún resto de sinceridad.
Y a nada temo más que mis cuidados.

De la vida me acuerdo, pero dónde está.


Jaime Gil de Biedma

 

 

Lamento

/ 25 agosto 2024 /


 Sueño y muerte, las águilas sombrías
aletean toda la noche sobre esta cabeza:
La imagen dorada del hombre
devorada por la ola gélida
de la eternidad. En aterradores arrecifes
el cuerpo morado se destroza
Y una voz oscura se lamenta
sobre el mar.
Hermana de tempestuosa tristeza
mira un aterrado barco hundirse
bajo las estrellas,
en el rostro silencioso de la noche.

 

 Georg Trakl

 

Klage

Schlaf und Tod, die düstern Adler
Umrauschen nachtlang dieses Haupt:
Des Menschen goldnes Bildnis
Verschlänge die eisige Woge
Der Ewigkeit. An schaurigen Riffen
Zerschellt der purpurne Leib
Und es klagt die dunkle Stimme
Über dem Meer.
Schwester stürmischer Schwermut
Sieh ein ängstlicher Kahn versinkt
Unter Sternen,
Dem schweigenden Antlitz der Nacht.


La lluvia

/ 22 agosto 2024 /

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.


Jorge Luis Borges

 

Ondas de Radio

/ 16 agosto 2024 /

Para Antonio Machado

La lluvia ha cesado y ha aparecido la luna.
No entiendo nada de ondas de radio,
pero creo que viajan mejor justo después
de que llueva, cuando el aire está húmedo. En cualquier caso,
ahora podría sintonizar con Ottawa, si quisiera, o con Toronto.
Últimamente, por las noches se me ha despertado
un leve interés por la política canadiense
y sus asuntos internos. Es cierto. Pero lo que buscaba sobre todo
eran sus emisoras musicales. Podría quedarme aquí en la silla
y escuchar, sin tener que hacer nada o pensar.
No tengo televisión y había dejado de leer
la prensa. Por las noches, encendía la radio.

Cuando vine aquí pretendía escapar
de todo. Especialmente de la literatura.
Con lo que conlleva, y lo que sigue después.
Existe en el alma el deseo de no pensar.
De permanecer inmóvil. Junto a ello,
el deseo de ser estricto, sí, y riguroso.
Pero el alma también es una afable hijas de puta,
no siempre de fiar. Y yo lo había olvidado.
Escuché cuando decía: Mejor cantar a lo que ha
desaparecido y no regresará que a aquello que sigue
con nosotros y seguirá mañana con nosotros. O no.
Y si no, bien también.
No tenía importancia, decía, que un hombre cantase.
Ésa era la voz que yo escuchaba.
¿Se imaginan que alguien pensara de esa forma?
¿Que todo da igual?
¡Menuda tontería!
Pero yo pensaba esas bobadas por la noche
sentado en la silla mientras escuchaba mi radio.

¡Y entonces, Machado, tus poemas!
Fue casi como ver a un hombre de mediana edad
enamorarse de nuevo. Algo extraordinario,
y también embarazoso.
Tonterías como colgar un fotografía tuya.
Y me llevaba tu libro a la cama
y dormía con él a mano. Una noche un tren
me despertó al pasar por mis sueños.
Lo primero que pensé, con el corazón desbocado
allí en el dormitorio a oscuras, fue:
No pasa nada, Machado está aquí.
Luego pude volver a dormirme.

Hoy llevé tu libro cuando salí a dar
mi paseo. ‘¡Presta atención!’ decías
siempre que alguien te preguntaba qué hacer con su vida.
Así que miré a mi alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté al sol con él, en mi sitio
junto al río donde divisaba las montañas.
Y cerré los ojos y escuché el ruido
del agua. Luego los abrí y comencé a leer
Últimas lamentaciones de Abel Martín.
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Y espero, sabiendo incluso lo que sé acerca de la muerte,
que recibieras el mensaje que te dirigí.
Pero si no, no pasa nada. Duerme bien. Descansa.
Espero que tarde o temprano podamos encontrarnos.
Y entonces te contaré yo mismo estas cosas.

 

Raymond Carver


Últimas lamentaciones Abel Martín

/ 12 agosto 2024 /

Hoy, con la primavera,
soñé que un fino cuerpo me seguía
cual dócil sombra. Era
mi cuerpo juvenil, el que subía
de tres en tres peldaños la escalera.
     -Hola, galgo de ayer. (Su luz de acuario
trocaba el hondo espejo
por agria luz sobre un rincón de osario)
    -¿Tú conmigo, rapaz?
    -Contigo, viejo.

 
Soñé la galería
al huerto de ciprés y limonero;
tibias palomas en la piedra fría,
en el cielo de añil rojo pandero,
y en la mágica angustia de la infancia
la vigilia del ángel más austero.

La ausencia y la distancia
volví a soñar con túnicas de aurora:
firme en el arco tenso la saeta
del mañana, la vista aterradora
de la llama prendida en la espoleta
de su granada.

¡Oh Tiempo, oh Todavía
preñado de inminencias!,
tú me acompañas en la senda fría,
tejedor de esperanzas e impaciencias.

¡El tiempo y sus banderas desplegadas!
(¿Yo, capitán? Mas yo no voy contigo.)
¡Hacia lejanas torres soleadas
el perdurable asalto por castigo!

Hoy, como un día, en la ancha mar violeta
hunde el sueño su pétrea escalinata,
y hace camino la infantil goleta,
y le salta el delfín de bronce y plata.

La hazaña y la aventura
cercando un corazón entelerido.
Montes de piedra dura
-eco y eco- mi voz ha repetido.

¡Oh, descansar en el azul del día
como descansa el águila en el viento,
sobre la sierra fría,
segura de sus alas y su aliento!

La augusta confianza
a ti, Naturaleza, y paz te pido,
mi tregua de temor y de esperanza,
un grano de alegría, un mar de olvido.

 

Antonio Machado 

 

The times

/ 08 agosto 2024 /


Se sentó borracho a la mesa y escribió un editorial
Del Times, claro, inclasificable, culto,
Suponiendo (¡inocente!) que iba a tener influencia en el mundo
¡Santo Dios!... ¡Y tal vez la haya tenido!


Fernando Pessoa
(Alvaro de Campos)

 

Quiero denunciar ante todos

/ 04 agosto 2024 /


Quiero denunciar ante todos, publico
y clero, el robo de un par de anteojos, de alguna
camiseta sucia y pañuelo usado, un numero
impreciso de poemas que venía escribiendo
en los últimos años de esta guerra, un aparato
de televisor, discos, armas, souvenires
varios: un libro de Lenin, un disco
de don Pepe de la Matrona que me regalara
el Divino Divinsky por recomendación
del marqués del Conte, don Fernando
Quiñones, un asiento argelino, piedritas, cartas, dos botellas de vino
chileno, documentos reales y apócrifos y otras
cosas pequeñas pero queridas,
nada de esto, ni de otras cosas que
omito han reaparecido. Fueron
robados por la policía en mi domicilio, entonces
ilegal para ellos. Las armas perdidas ya
han sido debidamente detalladas; las largas
y las cortas, las buenas y las malas. Los
objetos eran comunes, como esos que se venden
por allí; los versos hablaban de una 11,25 que
ha dejado una marca en el nacimiento
de mi muslo izquierdo; otro hacía referencia
a los problemas de la balística en relación con
los sentimientos; uno recordaba el miedo
que tenía el sargento cuando
fuera atacado por sorpresa, y otros
temas que he olvidado por buenas razones. Algunos de
estos papeles desaparecidos por el miedo que la policía
metió a mucha gente, entre ellos a una mujer llamada
Lucila, que materialmente quemó uno que otro.
Otros fueron destruidos por la propia policía o los militares
de los servicios de informaciones que también me llevaron. Hago
esta denuncia, especialmente por la perdida
de armas y poemas, ya que ambas son irreparables, han
sido robadas al pueblo de la república, a
quien materialmente pertenecían.

Paco Urondo

 


 

Mi foto
El Vecino de Socrates
Desde el rio hasta el mar...
Ver todo mi perfil

Labels

Ajmatova Alberto Laiseca Aldana Alejandra Pizarnik Aleman Allen Ginsberg Alvaro Caeiro Angel Gonzalez Anonimo Antonio Gamoneda Antonio Machado Argentina Arthur Rimbaud Articulos Atilla Jozsef Audio AudioLibros Austria Baudelaire Becquer Benedetti Biografias Blanca Varela Boccanera Borges Caricatura Carta Catalogo Cavafis César Vallejo Cesare Pavese Charles Bukowski Chile Christian Morgenstern Conciertos Poeticos Costafreda Crisito Cuba Czeslaw Milosz Delmira Agustini Descargas Eduardo Anguita EEUU El Salvador Emilio Ballagas Emily Dickinson Enrique Lihn Ernesto Cardenal España Europa Ezra Pound Fernando Pessoa Ferrater Figueroa Floridor Perez Francia Francisca Aguirre Frases Gabriel Celaya Garcia Montero Generacion del 27 Generacion del 50 Georg Trakl Gil de Biedma Giuseppe Ungaretti Gonzalo Rojas Gottfried Benn Goytisolo Grecia Hafiz Hahn Heberto Padilla Herman Hesse Humor india Ingeborg Bachmann Inglaterra Italia Joan Margarit John Ashbery Jorge Teillier José Emilio Pacheco Juan de la Cruz Juan Gelman Julio Cortazar Juvencio Valle Latinoamerica Libros Loynaz Luis Cernuda Luis Rosales Macedonio Fernandez Mallarme Mark stand Mexico Miguel Hernandez Morike Musica Neruda Nicanor Parra Nicaragua Noticias Objetivo Octavio Paz Olga Orozco Osvaldo Lamborghini Paco Urondo Pasolini Paul Celan Pavece Pedro Salinas Pelicula Pessoa Poemas Sueltos Polonia Portugal Prado Radio Raymond Carver Recitados Revistas Rilke Rimbaud Robert Frost Roberto Bolaño Roberto Fernandez Retamar Roque Dalton Rusia Salvatore Quasimodo Savater Shakespeare Sonetos Sor Juana Ines de la Cruz Suecia T. S. Eliot Tagore Tomas Tranströmer Unamuno Uruguay Vicente Aleixandre Video Walt Whitman Wislawa Szymborska Yannis Ritsos

Popular Posts

 
Copyright © 2010 Compartir Poesía, All rights reserved
Design by DZignine. Powered by Blogger