Y nada temí más que mis cuidados.
--Góngora
No es el mío, este tiempo.
Y aunque tan mío sea ese latir de pájaros
afuera en el jardín,
su profusión en hojas pequeñas, removiéndome
igual que intimaciones,
no dice ya lo mismo.
Me despierto
como quien oye una respiración
obscena. Es que amanece.
Amanece otro día en que no estaré invitado
ni a un instante feliz. Ni a un arrepentimiento
que, por no ser antiguo,
-ah, Seigneur, donnez-moi la force et le courage!-
invite de verdad a arrepentirme
con algún resto de sinceridad.
Y a nada temo más que mis cuidados.
De la vida me acuerdo, pero dónde está.
Jaime Gil de Biedma
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