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/ 06 noviembre 2011 /

                         I

El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
Si todo tiempo es un presente eterno
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción
Que sigue siendo perpetua posibilidad
Sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
Eco de pisadas en la memoria,
Van por el corredor que no seguimos
Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir
Y da al jardín de rosas. Así en tu mente
Resuenan mis palabras.
                       Pero no sé
Con cuál objeto perturbamos el polvo
Que vela el cuenco en donde están los pétalos
De rosa.
      Y otros ecos
Habitan el jardín. ¿Vamos tras ellos?
De prisa, dijo el pájaro: encuéntralos, encuéntralos,
Al dar vuelta a la esquina, tras la primera puerta,
En nuestro primer mundo. ¿Vamos en pos
Del engaño del tordo? En nuestro primer mundo.
Allí estaban, solemnes, invisibles;
Se movían sin premura sobre las hojas muertas,
Bajo el calor de otoño, en el aire vibrante.
Y el pájaro silbó en contestación
A la inaudible música oculta entre las plantas
Y el destello de una mirada no vista cruzó el espacio.
Porque las rosas tenían aspecto de flores contempladas.
Eran como nuestros huéspedes, aceptados y aceptantes.
Así pues, avanzamos, y ellos, en procesión formal,
Caminaron también por el desierto sendero
Hasta llegar a la rotonda con el seto de arbustos.
Y miraron entonces el estanque drenado.
Seco el estanque, seco el concreto, pardos los bordes.
Y se llenó el estanque de agua solar,
En silencio, en silencio se alzaron lotos,
La superficie brilló desde el corazón de la luz
Y ellos quedaron tras nosotros reflejándose en el
      estanque.
Luego pasó una nube y se vació el estanque.
Váyanse, dijo el pájaro, porque las frondas estaban
      llenas de niños
Que alegremente se ocultaban y contenían la risa.
Váyanse, váyanse, dijo el pájaro: el género humano
No puede soportar tanta realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro,
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
 



*      *      *  

 IV. Muerte por Agua

Flebas el Fenicio, muerto ha una quincena,
el gritar de gaviotas olvidó, el hondo y turbulento mar
y la ganancia y la pérdida.
        Una corriente submarina
recogió sus huesos entre susurros. Pasó las etapas
de su vejez y juventud mientras flotaba y se hundía
y entró en el remolino.
       Oh, tú, gentil o judío
que volteas la rueda del timón mirando a barlovento,
piensa en Flebas que antaño fue bello y alto como tú.





*      *     *

 III. El sermón del fuego

El pabellón del río está roto: los últimos dedos de las hojas
Se aferran y hunden en la húmeda orilla. El viento
atraviesa la tierra parda, sin oírse. Las ninfas han partido.
Dulce Támesis, corre calladamente, hasta que acabe mi canto.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
u otros testimonios de noches de verano. Las ninfas han partido.
Y sus amigos, los ociosos hacedores de directivos de la City;
Se marcharon sin dejar sus señas.
Me senté junto a las aguas del Leman y lloré...
Dulce Támesis, corre calladamente, hasta que acabe mi canto.
Dulce Támesis, corre calladamente, pues no hablo ni fuerte ni largo.




 *      *     *





I El entierro de los muertos

Abril es el más cruel de los meses,
levantando lilas en tierra muerta,
confundiendo memoria y deseo,
revolviendo mustias raíces con lluvias de primavera.
El invierno nos calentaba,
cubriendo la tierra con nieve olvidadiza,
abonando un poco de vida con secos tubérculos.
Con un chubasco nos sorprendió el verano,
cuando cayó sobre el Starnbergersee
nos detuvimos en la columnata
y seguimos bajo la luz solar hasta el Hofgarten
y bebimos café y hablamos una hora.
Bin gar keine Russin, stamm’aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, estando con mi primo, el
archiduque, me dio un paseo en trineo
y tuve miedo. El dijo, Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y nos deslizamos cuesta abajo.
En las montañas te sientes libre.
Leo durante la noche y en invierno voy al sur.

¿Qué raíces arraigan, cuáles ramas crecen
de estos escombros de piedra? Hijo del hombre,
no puedes decir, ni adivinar, pues apenas conoces
un montón de rotas imágenes donde da el sol
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y de la piedra seca no mana agua. Sólo
hay sombra bajo esta roja roca
(ven bajo la sombra de esta roca roja)
y te mostraré algo diferente
a tu sombra, en la mañana, en pos de ti,
o a tu sombra, en la tarde,
levantándose para encontrarte;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo.





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