Dos sonetos de Pedro Prado

/ 10 enero 2022 /


  SONETO I

Tanto conozco esta ciudad pequeña,
su mar, su caserío, su laguna,
que el corazón la mira y la desdeña;
no encuentra en ella novedad alguna.

Y una vez en mi vida, sólo en una
—tanto el amor la eternidad enseña—
noche de niebla azul, anhelo y luna,
el alma vi de mi ciudad que sueña.

La más bella y amada compañía,
con la luna y la niebla evanescente,
otra ciudad me dieron, diferente:

toda calle del mundo se salía;
seguí por ellas, sin saber qué hacía;
por ellas sigo indefinidamente...


  SONETO XLII

De qué mundo ignorado habré venido,
qué lenguaje es el mío tan arcano,
que si a alguien tiendo con amor la mano,
ignora lo que ofrezco o lo que pido.

Me sé distinto de mortal nacido:
niño o zagal, maduro ya o anciano,
no encuentro al alternar, y busco en vano
¡y entre tantos! a alguno parecido.

Sonriendo miran como quien indaga,
sin comprender jamás lo que yo quiero,
y con tal inconsciencia se me paga

que alejarme, por último, prefiero.
No hay cosa mía que a alguien satisfaga;
me siento entre los hombres extranjero!

Pedro Prado 

(de Esta bella ciudad envenenada, 1945)

 

 

 

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