No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.
Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.
Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo, con la lengua cortada.
¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes y los males que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido,
porque ¿cómo nombrar con esta boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
A recorrer me dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:
Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío! nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mí singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!
ES OLVIDO
Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas,
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aun, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida,
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.
SE CANTA AL MAR
Nada podrá apartar de mi memoria
La luz de aquella misteriosa lámpara,
Ni el resultado que en mis ojos tuvo
Ni la impresión que me dejó en el alma.
Todo lo puede el tiempo, sin embargo
Creo que ni la muerte ha de borrarla.
Voy a explicarme aquí, si me permiten,
Con el eco mejor de mi garganta.
Por aquel tiempo yo no comprendía
Francamente ni cómo me llamaba,
No había escrito aún mi primer verso
Ni derramado mi primera lágrima;
Era mi corazón ni más ni menos
Que el olvidado kiosko de una plaza.
Mas sucedió que cierta vez mi padre
Fue desterrado al sur, a la lejana
Isla de Chiloé donde el invierno
Es como una ciudad abandonada.
Partí con él y sin pensar llegamos
A Puerto Montt una mañana clara.
Siempre había vivido mi familia
En el valle central o en la montaña,
De manera que nunca, ni por pienso,
Se conversó del mar en nuestra casa.
Sobre este punto yo sabía apenas
Lo que en la escuela pública enseñaban
Y una que otra cuestión de contrabando
De las cartas de amor de mis hermanas.
Descendimos del tren entre banderas
Y una solemne fiesta de campanas
Cuando mi padre me cogió de un brazo
Y volviendo los ojos a la blanca,
Libre y eterna espuma que a lo lejos
Hacia un país sin nombre navegaba,
Como quien reza una oración me dijo
Con voz que tengo en el oído intacta:
"Este es, muchacho, el mar". El mar sereno,
El mar que baña de cristal la patria.
No sé decir por qué, pero es el caso
Que una fuerza mayor me llenó el alma
Y sin medir, sin sospechar siquiera,
La magnitud real de mi campaña,
Eché a correr, sin orden ni concierto,
Como un desesperado hacia la playa
Y en un instante memorable estuve
Frente a ese gran señor de las batallas.
Entonces fue cuando extendí los brazos
Sobre el haz ondulante de las aguas,
Rígido el cuerpo, las pupilas fijas,
En la verdad sin fin de la distancia,
Sin que en mi ser moviérase un cabello,
¡Como la sombra azul de las estatuas!
Cuánto tiempo duró nuestro saludo
No podrían decirlo las palabras.
Sólo debo agregar que en aquel día
Nació en mi mente la inquietud y el ansia
De hacer en verso lo que en ola y ola
Dios a mi vista sin cesar creaba.
Desde ese entonces data la ferviente
Y abrasadora sed que me arrebata:
Es que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba.
AUTORRETRATO
Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
EPITAFIO
De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!
LA VÍBORA
Durante largos años estuve condenado a adorar a una mujer despreciable
Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento,
Trabajar día y noche para alimentarla y vestirla,
Llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas,
A la luz de la luna realizar pequeños robos,
Falsificaciones de documentos comprometedores,
So pena de caer en descrédito ante sus ojos fascinantes.
En horas de comprensión solíamos concurrir a los parques
Y retratarnos juntos manejando una lancha a motor,
O nos íbamos a un café danzante
Donde nos entregábamos a un baile desenfrenado
Que se prolongaba hasta altas horas de la madrugada.
Largos años viví prisionero del encanto de aquella mujer
Que solía presentarse a mi oficina completamente desnuda
Ejecutando las contorsiones más difíciles de imaginar
Con el propósito de incorporar mi pobre alma a su órbita
Y, sobre todo, para extorsionarme hasta el último centavo.
Me prohibía estrictamente que me relacionase con mi familia.
Mis amigos eran separados de mí mediante libelos infamantes
Que la víbora hacía publicar en un diario de su propiedad.
Apasionada hasta el delirio no me daba un instante de tregua,
Exigiéndome perentoriamente que besara su boca
Y que contestase sin dilación sus necias preguntas
Varias de ellas referentes a la eternidad y a la vida futura
Temas que producían en mí un lamentable estado de ánimo,
Zumbidos de oídos, entrecortadas náuseas, desvanecimientos prematuros
Que ella sabía aprovechar con ese espíritu práctico que la caracterizaba
Para vestirse rápidamente sin pérdida de tiempo
Y abandonar mi departamento dejándome con un palmo de narices.
Esta situación se prolongó por más de cinco años.
Por temporadas vivíamos juntos en una pieza redonda
Que pagábamos a medias en un barrio de lujo cerca del cementerio.
(Algunas noches hubimos de interrumpir nuestra luna de miel
Para hacer frente a las ratas que se colaban por la ventana).
Llevaba la víbora un minucioso libro de cuentas
En el que anotaba hasta el más mínimo centavo que yo le pedía en préstamo;
No me permitía usar el cepillo de dientes que yo mismo le había regalado
Y me acusaba de haber arruinado su juventud:
Lanzando llamas por los ojos me emplazaba a comparecer ante el juez
Y pagarle dentro de un plazo prudente parte de la deuda
Pues ella necesitaba ese dinero para continuar sus estudios
Entonces hube de salir a la calle y vivir de la caridad pública,
Dormir en los bancos de las plazas,
Donde fui encontrado muchas veces moribundo por la policía
Entre las primeras hojas del otoño.
Felizmente aquel estado de cosas no pasó más adelante,
Porque cierta vez en que yo me encontraba en una plaza también
Posando frente a una cámara fotográfica
Unas deliciosas manos femeninas me vendaron de pronto la vista
Mientras una voz amada para mí me preguntaba quién soy yo.
Tú eres mi amor, respondí con serenidad.
¡Ángel mío, dijo ella nerviosamente,
Permite que me siente en tus rodillas una vez más!
Entonces pude percatarme de que ella se presentaba ahora provista de un pequeño
............................ taparrabos.
Fue un encuentro memorable, aunque lleno de notas discordantes:
Me he comprado una parcela, no lejos del matadero, exclamó,
Allí pienso construir una especie de pirámide
En la que podamos pasar los últimos días de nuestra vida.
Ya he terminado mis estudios, me he recibido de abogado,
Dispongo de un buen capital;
Dediquémonos a un negocio productivo, los dos, amor mío, agregó,
Lejos del mundo construyamos nuestro nido.
Basta de sandeces, repliqué, tus planes me inspiran desconfianza,
Piensa que de un momento a otro mi verdadera mujer
Puede dejarnos a todos en la miseria más espantosa.
Mis hijos han crecido ya, el tiempo ha transcurrido,
Me siento profundamente agotado, déjame reposar un instante,
Tráeme un poco de agua, mujer,
Consígueme algo de comer en alguna parte,
Estoy muerto de hambre,
No puedo trabajar más para ti,
Todo ha terminado entre nosotros.
SOLILOQUIO DEL INDIVIDUO
Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.
El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
Si todo tiempo es un presente eterno
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción
Que sigue siendo perpetua posibilidad
Sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
Eco de pisadas en la memoria,
Van por el corredor que no seguimos
Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir
Y da al jardín de rosas. Así en tu mente
Resuenan mis palabras.
Pero no sé
Con cuál objeto perturbamos el polvo
Que vela el cuenco en donde están los pétalos
De rosa.
Y otros ecos
Habitan el jardín. ¿Vamos tras ellos?
De prisa, dijo el pájaro: encuéntralos, encuéntralos,
Al dar vuelta a la esquina, tras la primera puerta,
En nuestro primer mundo. ¿Vamos en pos
Del engaño del tordo? En nuestro primer mundo.
Allí estaban, solemnes, invisibles;
Se movían sin premura sobre las hojas muertas,
Bajo el calor de otoño, en el aire vibrante.
Y el pájaro silbó en contestación
A la inaudible música oculta entre las plantas
Y el destello de una mirada no vista cruzó el espacio.
Porque las rosas tenían aspecto de flores contempladas.
Eran como nuestros huéspedes, aceptados y aceptantes.
Así pues, avanzamos, y ellos, en procesión formal,
Caminaron también por el desierto sendero
Hasta llegar a la rotonda con el seto de arbustos.
Y miraron entonces el estanque drenado.
Seco el estanque, seco el concreto, pardos los bordes.
Y se llenó el estanque de agua solar,
En silencio, en silencio se alzaron lotos,
La superficie brilló desde el corazón de la luz
Y ellos quedaron tras nosotros reflejándose en el
estanque.
Luego pasó una nube y se vació el estanque.
Váyanse, dijo el pájaro, porque las frondas estaban
llenas de niños
Que alegremente se ocultaban y contenían la risa.
Váyanse, váyanse, dijo el pájaro: el género humano
No puede soportar tanta realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro,
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
Flebas el Fenicio, muerto ha una quincena,
el gritar de gaviotas olvidó, el hondo y turbulento mar
y la ganancia y la pérdida.
Una corriente submarina
recogió sus huesos entre susurros. Pasó las etapas
de su vejez y juventud mientras flotaba y se hundía
y entró en el remolino.
Oh, tú, gentil o judío
que volteas la rueda del timón mirando a barlovento,
piensa en Flebas que antaño fue bello y alto como tú.
El pabellón del río está roto: los últimos dedos de las hojas
Se aferran y hunden en la húmeda orilla. El viento
atraviesa la tierra parda, sin oírse. Las ninfas han partido.
Dulce Támesis, corre calladamente, hasta que acabe mi canto.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
u otros testimonios de noches de verano. Las ninfas han partido.
Y sus amigos, los ociosos hacedores de directivos de la City;
Se marcharon sin dejar sus señas.
Me senté junto a las aguas del Leman y lloré...
Dulce Támesis, corre calladamente, hasta que acabe mi canto.
Dulce Támesis, corre calladamente, pues no hablo ni fuerte ni largo.
Abril es el más cruel de los meses,
levantando lilas en tierra muerta,
confundiendo memoria y deseo,
revolviendo mustias raíces con lluvias de primavera.
El invierno nos calentaba,
cubriendo la tierra con nieve olvidadiza,
abonando un poco de vida con secos tubérculos.
Con un chubasco nos sorprendió el verano,
cuando cayó sobre el Starnbergersee
nos detuvimos en la columnata
y seguimos bajo la luz solar hasta el Hofgarten
y bebimos café y hablamos una hora. Bin gar keine Russin, stamm’aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, estando con mi primo, el
archiduque, me dio un paseo en trineo
y tuve miedo. El dijo, Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y nos deslizamos cuesta abajo.
En las montañas te sientes libre.
Leo durante la noche y en invierno voy al sur.
¿Qué raíces arraigan, cuáles ramas crecen
de estos escombros de piedra? Hijo del hombre,
no puedes decir, ni adivinar, pues apenas conoces
un montón de rotas imágenes donde da el sol
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y de la piedra seca no mana agua. Sólo
hay sombra bajo esta roja roca
(ven bajo la sombra de esta roca roja)
y te mostraré algo diferente
a tu sombra, en la mañana, en pos de ti,
o a tu sombra, en la tarde,
levantándose para encontrarte;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo.
Aquí comienza la danza general, la cual trata de cómo la Muerte dice y avisa a todas las criaturas que presten atención a la brevedad de su vida, y que a ella den su justo valor. Y asi mismo les dice y avisa que vean y oigan bien lo que los sabios pedricadores les dicen y amonestan cada día, dándoles buen y sano consejo para que pugnen en hacer buenas obras, para que alcancen el perdón de sus pecados. Y luego muestra lo que dice, llama y requiere a todos los estados del mundo, por experiencia, para que vengan de buen grado o contra su voluntad. Y comenzando dice así:
Dice la Muerte:
Yo soy la Muerte cierta a todas las criaturas
que son y serán en el mundo durante.
Demando y digo: ¡Oh, hombre!, ¿por qué cuidar
de vida tan breve en momento pasante?
Pues no hay tan fuerte ni recio gigante
que de este mi arco se pueda amparar;
conviene que mueras cuando lo dispare,
con esta mi flecha cruel traspasante.
¿Qué locura es ésta tan manifiesta
que piensas tú, hombre, que algún otro muera
y tú quedarás por tener bien compuesta
la complexión y la cual perdurará?
No eres cierto si en un instante llega
sobre ti, de súbito, una corrupción
de landre o carbunco, o tal implisión
que en tu vil cuerpo se desatará.
¿O piensas que por ser mancebo valiente
o niño de días lejos estaré
y hasta que llegues a viejo impotente
yo mi visita retrasaré?
Avísate bien que yo llegaré
a ti a deshoras, que no tendré cuidado
en que seas mancebo o viejo cansado;
que cual te halle, tal te llevaré.
La plática muestra ser pura verdad,
que en esto que digo error no hay;
la santa escritura con certeza
da sobre todo su firme sentencia
a todos diciendo: Haced penitencia,
que tenéis que morir mas no sabréis cuando;
si no, ved al fraile que está predicando,
mirad lo que dice con su gran sapiencia.
* * *
Dice la Muerte:
A la danza mortal venid los nacidos
que en el mundo seáis de cualquier estado,
el que no quisiere de mala gana y a la fuerza
lo he de hacer venir pronto y rápido:
pues que ya el fraile os ha predicado
que todos vayáis a hacer penitencia,
el que no quisiere poner diligencia
por mí no puede ser más esperado
En una noche oscura con ansias en amores inflamada ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada,
a oscuras y segura por la secreta escala disfrazada, ¡oh dichosa ventura! a oscuras y en celada estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa en secreto que nadie me veía ni yo miraba cosa sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía adonde me esperaba quien yo bien me sabía en sitio donde nadie aparecía.
¡Oh noche, que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!
En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba allí quedó dormido y yo le regalaba y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena cuando yo sus cabellos esparcía con su mano serena y en mi cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme el rostro recliné sobre el amado; cesó todo, y dejéme dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
II
¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres; rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a vida eterna sabe y toda deuda paga!, matando muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido que estaba oscuro y ciego con extraños primores calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno donde secretamente solo moras y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno cuán delicadamente me enamoras!
He aquí una lista de hechos acerca de la cual tanto yo como otros 9,000,000 de poetas hemos parloteado hasta el cansancio:
1. La primavera es una estación agradable. Las flores, etc., etc. brotan y abren sus pétalos, etc., etc.
2. Las fantasías de un jovencito. Ligeras, pesadas, alegres, etc., etc.
3. El amor, un cosquilleo delicioso. Indefinible, etc.
a) De día, etc., etc., etc. b) De noche, etc., etc., etc.
4. Los árboles, las colinas, etc., gracias a una naturaleza providente, presentan una distribución diversa, en diversos lugares.
5. Los vientos, las nubes, las lluvias, etc. aletean a través y por encima de ellos.
6. Los hombres aman a las mujeres. (Es más poético en singular, pero el verbo conserva la misma forma.)
(En Grecia y en los países paganos, los hombres amaban a los hombres, pero esto ya ni se menciona en una sociedad educada, a menos que sea en un sentido purificado.) No me atraen las costumbres paganas, pero mis prejuicios personales no forman parte de la materia poética. Además, no me puse precisamente lascivo en A.L.S. No obstante, en los seis puntos antes mencionados, creo que puedes encontrar lo importante de la materia poética de todos los tiempos. Espera: cabe añadir:
7. Los hombres participan en las batallas, etc., etc.
8. Los hombres salen de viaje.
Más allá de esto, los hombres piensan y sienten ciertas cosas y ven ciertas cosas no con la visión corporal. Y ahora que comienzo a interesarme, ¿el público en general, el demasiado insensible, se queda dormido? Ni modo. Para terminar ya con este altercado, si Ío que me quieres decir es que A.L.S. es un libro más bien melancólico y desagradable, en eso estamos de acuerdo. Lo pensé en Venecia. Le quité una serie tremendamente melancólica de diez sonetos — al estilo del Thompson de City oj Dreadful Night— que, poéticamente, tienen momentos bastante finos. Escribí, o lo intenté al menos, con un poco de luz del sol de la cual una parte —demasiado para mi sentido crítico— se imprimió. Sin embargo, lo importante de la obra (digamos, 30 de esos poemas) es el trabajo más acabado que he hecho hasta ahora... Y respecto a los "logros últimos de la poesía", ¿a qué te refieres?... Me gustaría, fuera de broma, que definieras esos logros últimos de la poesía. Por supuesto que no estaremos de acuerdo.
Eso sería demasiado poco interesante. A ver si puedo hacer una enumeración:
1. Pintar la cosa tal como la veo.
2. La belleza.
3. La liberación de lo didáctico.
4. Pasaría al menos como "buena educación" ser eco de unas cuantas personas
que, hay que reconocerlo, lo hacen mejor o más brevemente. La simple originalidad, desde luego, está fuera de toda discusión. Además, la Ponchera se encarga de eso. Y, en fin, no olvides que no intento escribir para el público. No puedo. No tengo ese tipo de inteligencia. "Para quienes aman la misma belleza que yo amo, y de la misma manera que yo".
Uno de los poemas más famosos de Tranströmer:“Góndola Fúnebre, Nª2”. Este poema recrea un paseo en góndola que ocurrió en vida real entre Franz Liszt y Richard Wagner, los dos espléndidos compositores que eran además suegro y yerno. Por cartas se sabe que Liszt visitó a Wagner en Venecia, en 1882, apenas un par de meses antes de que Wagner muriera, y parece ser que Liszt percibió en Wagner una sombra de muerte. Lo sintió cansado y listo para partir. Con este sentimiento premonitorio compuso una primera versión para “La lúgubre góndola”, que es una de las obras más conocidas de la música de Liszt. Volvemos ahora a nuestro Nobel de Literatura:
“Góndola Fúnebre, Nª2” recoge estos paseos y los recrea, esbozando también la mirada de Liszt hacia un Wagner que ya se despedía de la vida.“Y esta historia, esta anécdota, es algo muy concreto”, comenta Hahn, “pero escrito por él siempre aparece como una mirada hacia un mundo raro y de ensueño. Eso es -concluye- el suyo es un mundo raro y de ensueño”. (Oscar Hahn)
I
Dos hombres, suegro y yerno, Liszt y
Wagner, viven junto al Canal Grande
con la inquieta esposa del rey Midas,
ése que transforma en Wagner todo lo que
toca.
El frío verde del mar atraviesa los pisos del
palacio.
Wagner destaca, el conocido perfil de títere
parece más cansado;
el rostro, una bandera blanca.
La góndola cargada pesadamente con sus vidas; dos pasajes de ida y vuelta y otro
sólo de ida.
II
Una ventana del palacio se abre con el viento y el súbito soplo provoca muecas.
Sobre el agua aparece la góndola del basurero impulsada por dos bandidos con remo.
Liszt ha escrito unos acordes tan pesados
que deberían ser enviados a analizar
en el Instituto de Mineralogía de Padua.
¡Meteoritos!
Demasiado pesados para la quietud, pueden sólo hundirse más y más, futuro abajo, hasta
los años de las camisas pardas.
La góndola, pesadamente cargada con las
hacinadas piedras del futuro.
III
Rendijas, hacia 1990.
25 de marzo. Inquietud por Lituania.
Soñé que visitaba un gran hospital.
No tenía funcionarios. Todos eran pacientes.
En el mismo sueño, una niña recién nacida
hablaba con completas oraciones.
IV
Junto al yerno, que es hombre de su tiempo,
Liszt es un apolillado grandseigneur.
Es un disfraz.
El abismo, que ensaya y descarta máscaras
diferentes, ha elegido justo ésta para él,
el abismo, que quiere subir hasta los hombres sin mostrar
su rostro.
V
El Abate Liszt está habituado a cargar él
mismo su maleta por soles y por nieves
y cuando muera un día, nadie irá a
esperarlo a la estación.
La tibia brisa de un coñac excelente lo
conduce a la tarea.
Siempre tiene tarea.
¡Dos mil cartas al año!
El escolar que escribe cien veces el palote,
antes de que le permitan volver a casa.
La góndola cargada pesadamente de vida;
es sencilla y negra.
VI
De regreso en 1990.
Soñé que conducía doscientos kilómetros en vano.
Entonces, todo se agigantó. Gorriones enormes como gallinas
cantaban de modo ensordecedor.
Soñé que dibujaba teclas de piano
en la mesa de cocina. Tocaba sordamente
en ellas.
VII
El clavicordio que calló durante todo
Persifal (aunque estaba escuchando) puede
al fin decir algo.
Suspiros... sospiri...
Mientras Liszt toca, esta noche, mantiene
apretado el pedal marino
para que la fuerza verde del mar suba a
través del piso y se una a todas las piedras
del edificio.
¡Buenas tardes, bello abismo!
La góndola cargada pesadamente de vida;
es sencilla y negra.
VIII
Soñé que llegaba tarde el primer día de clases.
Todos en el salón llevaban máscaras blancas
sobre el rostro.
Imposible decir quién era el maestro.
No sé por qué escribimos, querido George. Y a veces me pregunto por qué más tarde publicamos lo escrito. Es decir, lanzamos una botella al mar, harto y repleto de basura y botellas con mensajes. Nunca sabremos a quién ni adónde la llevarán las mareas. Lo más probablees que sucumba en la tempestad y el abismo.
Sin embargo, no es tan inútil esta mueca de náufrago. Porque un domingo usted me llama de Estes Park, Colorado, me dice que ha leído cuanto está en la botella (a través de los mares: nuestras dos lenguas) y quiere hacerme una entrevista. Después recibo un telegrama inmenso (lo que se habrá gastado usted al enviarlo). En vez de responderle o dejarlo en silencio se me ocurrieron estos versos. No es un poema, no aspira al privilegio de la poesía (no es voluntaria). Y voy a usar, así lo hacían los antiguos, el verso como instrumento de todo aquello (relato, carta, drama, historia, manual agrícola) que hoy decimos en prosa.
Para empezar a no responderle, no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas, dejo a otros el comentario, no me preocupa (si alguno tengo) mi lugar en la historia. (Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio.) Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema. Poesía no es signos negros en la página blanca. Llamo poesía a ese lugar del encuentro con la experiencia ajena. El lector, la lectora harán o no el poema que tan sólo he esbozado.
No leemos a otros: nos leemos en ellos. Me parece un milagro que algún desconocido pueda verse en mi espejo. Si hay un mérito en esto –dijo Pessoa— corresponde a los versos, no al autor de los versos. Si de casualidad es un gran poeta dejará cuatro o cinco poemas válidos, rodeados de fracasos y borradores. Sus opiniones personalesson de verdad muy poco interesantes.
Extraño el mundo el nuestro: cada día le interesan cada vez más los poetas; la poesía cada vez menos. El poeta dejó de ser la voz de la tribu, aquel que habla por quienes no hablan. Se ha vuelto más otro entertainer. Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica, sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo, tiene asegurado el amplio público a quien ya no hace falta leer poemas.
Sigo pensando que es otra cosa la poesía: una forma de amor que sólo existe en silencio, en un pacto secreto entre dos personas, de dos desconocidos casi siempre. acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez pensó hace mucho tiempo en editar una revista. Iba a llamarse “Anonimato”. Publicaría no firmas sino poemas; se haría con poemas, no con poetas. Y yo quisiera como el maestro español que la poesía fuese anónima ya que es colectiva (a eso tienden mis versos y mis versiones). Posiblemente usted me dará la razón. Usted que me ha leído y no me conoce. No nos veremos nunca pero somos amigos. Si le gustaron mis versos qué más da que sean míos/ de otros/ de nadie. En realidad los poemas que leyó son de usted: Usted, su autor, que los inventa al leerlos.
LA CIUDAD
Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.
QUE EL DIOS ABANDONABA A ANTONIO
Cuando de repente, a medianoche, se escuche
pasar una comparsa invisible
con músicas maravillosas, con vocerío -
tu suerte que ya declina, tus obras
que fracasaron, los planes de tu vida
que resultaron todos ilusiones, no llores inútilmente.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
di adiós a Alejandría que se aleja.
Sobre todo no te engañes, no digas que fue un
sueño, que se engañó tu oído:
no aceptes tales vanas esperanzas.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
como te corresponde a ti que de tal ciudad fuiste digno,
acércate resueltamente a la ventana,
y escucha con emoción, mas no
con los ruegos y lamentos de los cobardes,
como último placer los sones,
los maravillosos instrumentos del cortejo misterioso,
y dile adiós, a la Alejandría que pierdes.
MONOTONIA
A un día monótono otro
monótono, invariable sigue: Pasarán
las mismas cosas, volverán a pasar -
los mismos instantes nos hallan y nos dejan.
Un mes pasa y trae otro mes.
Lo que viene uno fácilmente lo adivina:
son aquellas mismas cosas fastidiosas de ayer.
Y llega el mañana ya a no parecer mañana.
ITACA
Cuando salgas en el viaje, hacia Itaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Itaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Itaca.
Itaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Itaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Itacas qué es lo que significan.
CUANTO PUEDAS
Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate al menos
cuanto puedas: no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.
No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue a ser pesada como una extraña.
¿Escucháis madurar los duraznos a la hora
del estío?
a la venida del sol, mientras un príncipe danza
en vísperas de su coronación?
Yo pienso en el gusano.
¿Oís podrirse los duraznos en el granero
al atardecer, mientras las fechas del reino
caen de los tronos
y el viento las amontona, las dispersa y olvida?
Yo pienso en el gusano.
Si veis montar el agua en la noria,
con un niño fi jamente asomado al brocal
frente a frente al abuelo,
Y se siente el beso de los amantes como una
hoja seca
que el pie del tiempo aplasta crepitando:
¿los amantes están muertos? No preguntéis son
torpeza.
Pensad en el gusano.
* * *
Tiempo furioso, memoria feroz.
Esa fuerza desprendida del látigo, que sigue
ondulando
cuando la mano que lo maneja ya está hecha
polvo,
el latigazo aún azota con destreza terrible y
melancólica.
¿Podemos comprender que la amada,
apenas pronunciadas las palabras del amor,
cambie, desaparezca, se destituya?
Y todavía sientes la presión del brazo,
el calor de su beso
y su boca ha expirado?
A un muerto, a un muerto se debe este mundo.
* * *
Tú eres mujer, tú eres hombre.
Eres el muchacho y también la doncella.
Tú, como un viejo, te apoyas en el cayado.
Eres el pájaro azul oscuro
y el verde de ojos rojos.
Tú eres aquello. Y yo soy tú.
Pero no al mismo tiempo. Por eso entro y
salgo.
* * *
Una bala disparada por un niño que te ama,
te mata.
La droga del médico que te odia, te cura.
Es la palabra lo que me hizo vivir. ¿Es men-
tira la droga?
(El sol alumbra para buenos y malos).
Aquel filósofo que, para probar la honestidad
de su doctrina,
citó a Mucio Scévola, cuando, testimoniándose,
sobrepuso la mano en una llama.
“¡Imposible!”. clamaron los discípulos de
Nietzsche, y éste,
serenamente, colocó una brasa en su palma.
El silencio palideció.
(Y si hubiera anestesiado su mano, ¿qué di-
ríais?)
Yo sé: Venimos de la Palabra:
nuestro destino es regresar.
El canto creó al pájaro y no el pájaro al canto.
Entre las yemas recién húmedasmdel secretísi-
mo rododendro,
un ruiseñor está volviendo a ser canto,
todo canto y solamente canto.
Veo caer al pájaro fulminado por su canción:
corteza vana, luna transitoria,
cascara de su propia luz,
envoltura que tú, gusano, puedes roer sin que
yo te lo impida.
Volved, volved a la Palabra.
Lo demás, si hace falta,
nos será dado por añadidura.
* * *
¿A quién amé? ¿A tí en otro lugar?
¿O bien a otra mujer, pero aquí?
Aquella a quien beso aqui ahora,
si cambia el lugar, ¿es la misma persona?
O cambia el tiempo, ¿la persona es la misma?
O cambia el tiempo, ¿es el mismo lugar?
¡Nunca los cuatro estamos juntos!
un kilo de algodón no pesa igual que uno
de acero.
Tú ejemplificas lo singular.
Te expulsas. Repetirte es otra.
¡Que extraño tu retrato de hace veinte años!
lo que se vuelve a sentir
muere por primera vez.
Era la época en que yo juraba
que la Coca Cola uruguaya era mejor que la Coca Cola chilena
y que la nacionalidad era una cólera llameante
como cuando una tipa de la calle Bandera
no me quiso vender otra cerveza
porque dijo que estaba ya demasiado borracho
y que la prueba era que yo hablaba harto raro
haciéndome el extranjero
cuando evidentemente era más chileno que los porotos.
Tomas Tranströmer es una de las grandes placas tectónicas de la poesía mundial. Un gran poeta del amor, un poeta erótico con velocidad y elegancia. También es participe del amor espiritual, una poesía del momento como una oración secular.
No es raro que Tranströmer tenga influencias místicas, sobre todo naturaleza mística. La esencia de la poesía sueca, la mejor poesía sueca, es la poesía mística.
Esa visión no ha trascendido a todo al mundo, por el dominio que tuvo la poesía descreída e irónica, la poesía concretista y coloquial y política de los años 60 y 70 en Suecia -como en todo el mundo.
Pero, al final, ha resurgido triunfante la mejor poesía sueca, una poesía compacta como un diamante.
Tomas Tranströmer se alza como incomparable.
7 poemas de Tomas Tranströmer traducción de los poemas: Omar Pérez Santiago
APUNTES DE FUEGO
Durante los meses tristes, centelleó mi vida sólo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga- a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.
C-MAYOR
Cuando él bajó a la calle tras la cita de amor
Soplaba la nieve en el aire.
El invierno había llegado
Mientras ellos hacían el amor.
La noche brilló blanca.
Él caminó rápido y alegre.
Toda la ciudad inclinada.
Transeúntes sonrientes-
Todos reían bajo sus cuellos alzados.
¡¡Era libre!!
Y todos los signos de interrogación cantaron la existencia de Dios
Eso creía él.
Una música estalló
Y cruzó en la nieve arremolinada
Con largos pasos.
Todo en camino del tono C
Un tembloroso compás dirigido a C.
Una hora sobre las heridas.
¡Era fácil!
Todos reían bajos sus cuellos alzados.
TORMENTA
De pronto el viajero halla el viejo
gran roble, como un alce de piedra,
ancha copa en el cenizo fortín del
mar de septiembre.
Tormenta del norte. Tiempo de serbas
Maduras. Despierto en la noche oye
Las constelaciones estampadas
sobre el roble
LOS RECUERDOS ME MIRAN
Una mañana de junio es muy temprano
Para despertar, mas tarde para dormir de nuevo.
Debo ir a la hierba que está llena
De recuerdos, que me siguen con la mirada.
No se ven, se mezclan plenamente
Con el fondo, camaleones perfectos.
Tan cerca, que los escucho respirar
A pesar que el trino de las aves es estridente.
ARCOS ROMANOS
En la grandiosa iglesia romana
se aglomeraron los turistas en la penumbra.
Cúpula abierta tras cúpula y sin panorámica.
Algunas llamas de cirios titilaron.
Un ángel sin semblante me envolvió
Y me susurró a través de todo el cuerpo:
“No te avergüences de ser persona, ¡sé orgulloso!
Dentro de ti se abre cúpula tras cúpula infinitamente
Tú nunca estarás completo, y así es como debe ser.”
Las lágrimas me cegaron
Y fui empujado a la soleada piazzan
Junto a Mr y Mrs Jones,
Herr Tanaka y Signora Sabatini,
Y dentro de todos ellos se abrió cúpula tras cúpula infinitamente.
MADRIGAL
Heredé un bosque sombrío donde rara vez voy. Mas llegará un día en que los muertos y los vivos cambien de lugar. Entonces, el bosque se pondrá en movimiento. No estamos sin esperanzas. Los crímenes más difíciles continúan sin aclarar a pesar de los esfuerzos de muchos policías. Del mismo modo, hay en nuestra vida un gran amor sin aclarar. Heredé un bosque sombrío pero hoy yo camino en otro bosque, el luminoso. ¡Todas las criaturas que cantan, serpentean, mueven la cola y se arrastran! Es primavera y el aire es muy fuerte. Tengo un diploma de la universidad del olvido y estoy tan vacío como la camisa que cuelga del cordel. .
NOCTURNO
Por un pueblo conduzco de noche, las casas surgen
Al resplandor de la luz –están despiertos, desean beber.
Casas, galpones, letreros, vehículos abandonados –es ahora
que se visten de vida. La gente duerme:
Algunos duermen en paz, otros con rostros tensos
Como si estuviesen estrenando para la eternidad
No osan soltarse completos a pesar que su sueños son pesados.
Descansan como barreras caídas cuando cruza el misterio.
Afuera del pueblo el camino se alarga entre los árboles del bosque
Y los árboles los árboles en silencio entre ellos
Tienen el color teatral que tiene el brillo del fuego
¡Qué claras son sus hojas! Me persiguen hasta la casa.
Me acuesto a dormir, veo imágenes desconocidas
Y signos suben solos detrás de las pupilas
En la oscuridad de la muralla. En la rendija entre en vela y el sueño
una gran carta intenta colarse en vano.
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién
es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la
gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los
seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en
los
hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de
nada.
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.
Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y
olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por
fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por
dentro.
He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a
pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos
convincente?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol
verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una
pared sin
puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de
estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)
Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin
lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las
cosas,
y me quedo en casa sin camisa.
(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que
inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)
He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni
creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de
eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el
rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.
He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había
quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.
Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se
ha
quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos
también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como
gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de
cosas
semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del
misterio de la
superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.
Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo
contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los
pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de
encontrarse
indispuesto.
Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.
El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el
bolsillo
de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha
visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves!
, y el
Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la
tabaquería se ha sonreído.
Estuvimos a punto de ejecutar un trabajo perfecto,
Nathalie en una casa de piedra de Provenza.
Dirás ahora que todo estuvo mal desde el principio
pero lo cierto es que exhumamos, como por arte de magia,
todos, increíblemente todos los restos del amor
y en lo que a mí respecta hasta su aliento mismo:
el ramillete de flores de lavanda.
Es cierto: nuestras buenas intenciones fracasaron,
nuestros proyectos se redujeron al polvo del camino
entre la casa de Lulú y la tuya.
No se podía ir más lejos con los niños
que además se orinaron en nuestro experimento;
pero aprendí a Michaux en tu casa, Nathalie; una
vociferación que me faltaba,
un dolor, otra vez, incalculable
para el cual las palabras no tienen gusto a nada.
Vuelvo a París con el cuaderno vacío,
tu trasero en lugar de mi cabeza,
tus piernas prodigiosas en lugar de mis brazos,
el corazón en la boca no sé si de tu estómago o del mío.
Todo lo intercambiamos, devorándonos: órganos y
memorias, accidentes del esfuerzo por calarnos a fondo,
Nathalie, por fundirnos en una sola pulpa.
Creer en dios; sólo me falta esto
y completar, rumiando, el ciclo de la baba,
a lo largo de Francia.
Pero sí, trabajamos duramente
hombro con hombro, ombligo contra ombligo
y estuvimos a punto de sumergirnos en Rilke.
No hemos perdido nada:
este dolor era todo lo que podía esperarse;
sólo me falta aullarlo en el momento oportuno,
mi viejecilla, mi avispa, mi madre de
dos hijos casi míos, mi vientre.
"Va faire dodo Alexandre. Va faire dodo Gérome."
Ah, qué alivio para ellos
el flujo de la baba de la conciliación. Toda otra
forma de culto es una mierda.
Me hago literatura.
Este poema es todo lo que podía esperarse
después de semejante trabajo, Nathalie.
Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra.
Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve, y único horizonte de carne;
que la vida no vaya más allá… ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!…
Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa; que todo aquello que toco ya lo he tocado; que soy prisionero de un interés indecente; que cada convalecencia es una recaída; que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo; que también el humorismo forma parte del bloque inamovible; que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo; que no intento todavía reconocer quién soy; que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre; que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias; que no saldré nunca de aquí por más que sonría; que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada; que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola; que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura; que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.
Era un pobre diablo que siempre venía cerca de un gran pueblo donde yo vivía; joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido, siempre cabizbajo... Tal vez un perdido! Un día de invierno lo encontraron muerto, dentro de un arroyo próximo a mi huerto, varios cazadores que con sus lebreles catando marchaban... Entre sus papeles no encontraron nada... Los jueces de turno hicieron preguntas al guardían nocturno: éste no sabía nada del extinto; ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto. Una chica dijo que sería un loco o algún vagabundo que comía poco, y un chusco que oía las conversaciones se tentó de risa... Vaya, unos simplones! Una paletada le echó el panteonero; luego lió un cigarro, se caló el sombrero y emprendió la vuelta...! Tras la paletada, nadie dijo nada, nadie dijo nada!.
"A los espejos, laberintos y espadas que ya prevé mi resignado lector se han agregado dos temas nuevos: la vejez y la ética" Jorge Luis Borges
"Arte poética" es la mala traducción del libro que compendia las conferencias de Borges en Harvard, "This craft of verse". Son seis conferencias, dictadas en inglés.
En 1966, Ronald Christ de The Paris Review(1) entrevistó al argentino, que confesó:
- Usted responde tan bien al inglés, lo ama tanto... ¿por qué ha escrito tan poco en inglés? - ¿Por que? Porque tengo miedo. Temor. Pero las conferencias que daré el año que viene, las escribiré en inglés. Ya escribí a Harvard. - ¿Irá a Harvard el próximo año? - Sí, daré un ciclo de conferencias sobre poesía. Y pienso que la poesía es más o menos intraducible, y como pienso que la literatura inglesa -que incluye a la norteamericana- es por lejos la más rica del mundo, tomaré casi todos, sino todos mis ejemplos de la poesía inglesa. Por supuesto, como tengo mi propio hobby, trataré de poner también algunos versos en inglés antiguo... ¡pero es también inglés! En realidad, según algunos de mis estudiantes... ¡es mucho más inglés que el inglés de Chaucer!
Éstas son algunas de las ideas más memorables de aquellos días. Desde el principio, Borges declaró: "La verdad es que no tengo ninguna revelación que ofrecer. He pasado la vida leyendo, analizando, escribiendo (o intentándolo) y disfrutando. He descubierto que esto último es lo más importante. Embebido en la poesía, he llegado a una conclusión final sobre el asunto. Es verdad que, cada vez que me he enfrentado a la página en blanco, he sabido que debía volver a descubrir la literatura por mí mismo. Pero de nada me vale el pasado. Así que, como he dicho, sólo puedo ofrecerles mis perplejidades. Tengo cerca de setenta años. He dedicado la mayor parte de mi vida a la literatura, y sólo puedo ofrecerles dudas".
Éstas son las dudas y perplejidades de su primera conferencia: El enigma de la poesía.
La pasión no es un deber. Para qué sirve un crepúsculo, se había preguntado Borges alguna vez. Existen cosas que carecen de valor, en el sentido de utilidad. Eso mismo sucede con la poesía. La poesía es como la vida, más aún, la vida misma es poesía. "La poesía no es algo extraño: está acechando (...) a la vuelta de la esquina. Puede surgir ante nosotros en cualquier momento".
La poesía no está en los libros, que son sólo ocasiones para la poesía. Y recuerda, de pronto, con la sabiduría y candidez de las personas mayores, una comparación escrita por Emerson: una biblioteca es una caverna mágica llena de difuntos, que pueden renacer cuando abrimos sus páginas. Vira, luego, hacia Berkeley: el sabor de la manzana no está en la manzana misma ni en la boca del que la come. Lo mismo pasa con el libro. "Un libro es un objeto físico en un mundo de objetos físicos. Es un conjunto de símbolos muertos. Y entonces llega el lector adecuado, y las palabras -o, mejor, la poesía que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros símbolos- surgen a la vida, y asistimos a una resurrección del mundo.
En poesía la perfección no es extraña, es inevitable. Como muestra, Borges cita -de memoria, siempre de memoria- "On First Looking into Chapman´s Homer". Porque la primera lectura es la decisiva; todas las subsiguientes remedan la primera impresión. Pero esto podría ser un truco. Lo indudable es que, con cada lectura, la experiencia poética aparece. "Y eso es la poesía". Parafrasea a Whistler y asegura: "El arte sucede cada vez que leemos un poema".
Esta opinión parecería anular el común sentir de los "libros perdurables" de los clásicos de los que siempre brota la belleza. Pero esta oposición es sólo aparente. En la antigüedad, los grandes maestros fueron oradores, no escritores, como Pitágoras, Cristo, Sócrates o el Buda. Con la Sagrada Escritura, el libro toma un nuevo carácter. Aparecen esos libros escritos por el Espíritu Santo; y luego el Corán. De manera que, con autor tan insigne, estos libros deberían ser leídos. Así se expresaba Bernard Shaw: "Creo que el Espíritu Santo no sólo ha escrito la Biblia, sino todos los libros". Esa misma idea se repite desde Homero ("la musa") hasta nuestros días (el "yo subliminal" y el "subconsciente"). De manera que "no creo que un libro sea verdaderamente un objeto inmortal, que hay que asimilar y venerar como es debido, sino más bien una ocasión para la belleza".
La belleza está allí, paciente, sentada, esperando. La belleza nos espera. Algunos libros fueron escritos para ti, otros no. Si un libro es considerado un "imprescindible", pero tú no experimentas la felicidad, "déjalo: ese libro no fue escrito para ti". Porque "la literatura es una de las formas de la felicidad". Sin duda, algunos son más propensos para descubrir la belleza, que se agazapa en cada rincón. Un caso paradigmático tal vez sea Rafael Cansinos Assens, quien le pidió a Dios en un poema que lo protegiera de la belleza porque, decía, "hay demasiada belleza en el mundo".
"Que un poema haya o no haya sido escrito por un gran poeta sólo es importante para los historiadores de la literatura". Si uno tiene la fortuna de escribir un verso hermoso, ese verso hermoso no canoniza a su autor como un gran poeta. En ese verso convergen lecturas olvidadas, el Espíritu Santo, el yo subliminal, una intuición sugerida. "Se convierte en un redescubrimiento" y "quizá sea mejor que el poeta no tenga nombre".
¿Y el factor "tiempo", acaso no influye? Por supuesto. En una mano, el caso de que el tiempo degrade a un poema y las palabras pierdan su belleza; en la otra, que el tiempo enriquezca el poema.
Las etimologías son un curioso ejemplo del primer acontecimiento. El verbo inglés "to tease" significa "fastidiar", "molestar", "jorobar". "Palabra maliciosa". En el antiguo inglés, "tesan" significaba "herir con la espada", y la palabra "þreat", también del inglés antiguo, refiere a una "multitud airada" o "amenazante". Ésa es la causa de la amenaza y el origen de "threat". Es ya una metáfora acuñada y desgastada.
El otro caso se ilumina si estudiamos, continúa Borges, la definición. "¿Qué es el tiempo? -se preguntó san Agustín-. Si no me preguntan qué es, lo sé. Si me preguntan qué es, no lo sé". Lo mismo sucede con la poesía. Una definición no nos sirve, es poco convincente, excepto para los diccionarios o los libros de texto. Esta ignorancia de la definición implica que sabemos qué es la poesía, ya que las cosas más familiares son imposibles de definir y, sin embargo, las conocemos, como el olor del café, el amor a nuestro país, el atardecer o el color amarillo. "Estas cosas están tan arraigadas en nosotros que sólo pueden ser expresadas por esos símbolos comunes que compartimos". ¿Para qué, entonces, precisamos de las definiciones?
"Porque todo el mundo sabe dónde encontrar la poesía. Y, cuando aparece, uno siente el roce de la poesía, ese especial estremecimiento". Como la mirada de la mujer que cautiva.
--- (1) "The Paris Review", Confesiones de escritores / Escritores latinoamericanos, El Ateneo, 2a edición, Buenos Aires, 1996, p.55.
(*) Enrique G de la G (San Pedro Garza García, México, 1979). Lector y escritor, estudió filosofía. Investigador y profesor de filosofía y lenguas muertas en la Universidad Panamericana Preparatoria. Estudia el posgrado en Metafísica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); prepara un trabajo sobre el per accidens en Aristóteles. Colabora en distintas revistas con ensayos, reseñas y entrevistas. Agradecido lector de Borges, Victor Hugo y Alfonso Reyes.